Se me ocurre una definición: La revolución es un cambio político, social concentrado en el tiempo, que se desenvuelve a través de medios no legalizados o institucionalizados, generalmente violentos y radicales, engendrando una nueva legalidad e institucionalidad.
Una ruptura política intensa que trastoca rápidamente las relaciones sociales y de poder. Son conceptos pertinentes. No se entiende una revolución sin una cara política y otra social. Tampoco si no refiere a un tiempo relativamente breve, comparado con otros momentos en los que la vida marcha lentamente y sin grandes trastornos. No hay revolución que respete las leyes e instituciones tradicionales, ante todo porque se trata de romper el viejo molde y forjar uno nuevo con las fuerzas de las masas insurrectas.
La violencia, en el sentido de fuerza, determinación, imposición de unas clases sobre otras viene a ser, por lo mismo, uno de sus rasgos inexorables. Las viejas relaciones sociales y de poder tienen que caer para que haya revolución.
Pero lo más difícil es darse cuenta anticipada de la tendencia a la caída, esa es la clave del análisis político. Lo que está en la sustancia del método teórico del Marx.
Hablar de situación revolucionaria equivale en esta lógica a referirse a la reunión de un conjunto de condiciones propicias para el estallido de la revolución, o si se quiere las premisas de un cambio decisivo que se ve venir. La situación revolucionaria convoca a un mismo tiempo a la revolución y a la contra revolución; saber evaluar este tipo de situaciones tiene que ver con el arte de la anticipación. No verla venir, no implica solamente el posible desperdicio de una oportunidad histórica sino tal vez, encontrarse de pronto con una derrota que llega por donde no se le había esperado.
Es frecuente encontrar el propósito de estas discusiones concitadores de Lenin que nos recuerdan que el jefe Bolchevique “ya definió” estos fenómenos a través de una plantilla que nos diría, lo que es y lo que no es situación revolucionaria. Pero la verdad es que así nunca razonó Lenin. Estoy seguro que lo que quería es darnos pautas, ejemplos, de cómo descubrir la existencia de un germen revolucionario en desarrollo.
El concepto “periodo prerrevolucionario” camino en esta misma lógica. Saber cuando acaban los “años normales”, comprender la tendencia que indica un estado creciente de agitación social que antes no existía y va descomponiendo las relaciones políticas y sociales previas. Por cierto, no está garantizado que un periodo prerrevolucionario devenga en situación revolucionaria y mucho menos que una situación revolucionaria estalle en revolución. De lo que estamos hablando es de tendencias y oportunidades. Por otra parte, aún una situación revolucionaria tiene una alto probabilidad de frustrarse. Si la revolución, el levantamiento social, no llega, lo que habrá en su reemplazo será la contrarrevolución, derrota de los revolucionarios.
Desafiando el poder resolución no va a ser pacífica, no solo en lo que toca a los agentes del cambio sino también a los que se oponen decididamente a dejar el poder. La revolución pues no es inevitable, inexorable u objetiva. Hay una enorme dosis de voluntad humana puesta para torcer la historia. Una voluntad que viene desde los cerebros (la estrategia) y el corazón (la audacia) de la conducción política, y de la impaciencia, la indignación y los sueños de las masas que se revelan contra la opresión y explotación de las que son victimas. Sin esos ingredientes en verdad no habría historia, no gobernaríamos el destino sino que seríamos definitivamente dominados por él.
Si se estudian todos los procesos de los últimos 250 años se verá que todas las revoluciones comienzan democráticas, por lo amplias y por lo esencialmente políticas y derivan a sociales, por lo clasistas en su composición y su programa. Esto es así porque el primer problema de la revolución es siempre el del poder: quien lo ejerce, como lo ejerce, contra quien lo ejerce. Justamente el momento de la revolución es aquel, en que una mayoría activa llega, por distintas vías y motivos a la conclusión que no queda otro camino que intentar derrocar el régimen establecido.
En el curso de proceso histórico caben una, dos, tres o mas revoluciones. Rusia tuvo tres. Y el problema del paso de la una a la otra nada tuvo que ver con el mayor o menor desarrollo económico social del tipo capitalista, o el cumplimiento de las reformas que se consideraban necesarias para superar el atraso de esa nación, sino de la fortaleza y la actividad de los actores sociales decisivos. Es decir de la lucha política. Y de nada más.
Raul Wiener.
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