domingo, 1 de junio de 2008

Chocolate Amargo



Su costo era bastante cómodo, de unos 26 euros la unidad. Por eso Abou Bamba, el dueño de la plantación de cacao aprovechó en llevar 2. La primera de las mercancías “nuevas” lleva nombre Dembo, la segunda dice llamarse Adama. Ambos de 10 años de edad. Desde que fueron adquiridos por su actual dueño, se desloman trabajando 15 horas diarias, 7 días a la semana, sin descanso entre otros 20 niños de 8 y 14 años…


En la actualidad ninguna zapatilla, ningún chocolate, casi ningún televisor y solo unos pocos autos se fabrican en donde las firmas vendedoras tienen sede. Debido a que en Europa, las empresas deben cumplir con normas ambientales y sociales mucho más estrictas que en los países del sur e inclusive que en EEUU, muchas de las firmas debieron trasladar sus centros de producción hacia regiones con estándares más bajos; Ya desde la época de la colonia las materias primas procedían de África, América Latina y Asia. Visto de un modo positivo, esto podría significar millones de puestos de trabajo, generando así las bases para el desarrollo y bienestar de esas regiones. ¿Qué pasa si un país eleva sus estándares sociales y las plazas se tornan más caras? Inmediatamente suspenden todos los pedidos trasladándose a otra plaza en un país vecino, exportando así nuevos problemas ambientales y dejando atrás sin importancia masivos despidos, hambre y más pobreza. Basando su poder en una imagen cuidada con inversiones publicitarias millonarias, las multinacionales ahorran en las condiciones de producción, como consecuencia surgen relaciones laborales deplorables y violaciones a los derechos humanos. Peor aun, con la compra de materias primas, como son el petróleo y los diamantes, en las zonas de conflicto y en el caso de dictaduras como Angola, Myanmar, Congo y Sudan, las afamadas marcas financian y sostienen el tráfico de armas, las guerras civiles, el pago de comandos asesinos y sanguinarios gobiernos militares.

Aunque los boicots no tienen mucho sentido, ya que las empresas de la competencia no son mejores, además estas medidas hacen peligrar puestos de trabajo, lo que debemos aspirar es que se mejoren las condiciones laborales. La lista de las transnacionales que operan en Latinoamérica es interminable, los casos más conocidos son: Bayer, la más grandes del mundo de la industria química y farmacéutica, además de trabar la fabricación de medicamentos vitales baratos contra el sida en los paises más pobres del mundo, colaboró con los crímenes del nazismo fabricando el gas Zyklon B, para aniquilar judíos en los campos de concentración. También Henry Ford, fundador de Ford Motor Company (Ford, Volvo, Mazda, Jaguar, Landrover, Aston Martin y autos de alquiler Hertz), suministró material para la maquinaria bélica nazi, recibiendo en 1938, la mayor condecoración que el régimen nazi otorgaba a los extranjeros: el “Águila Alemana”. En Africa y el Caribe, los niños son explotados por proveedores de Chiquita y Del Monte en la recolección de fruta, y por los de Kraft (Oreo, Milka, Toblerone y los cigarrillos Marlboro, Philip Morris) en la recolección de cacao, café y tabaco. Nestlé (Maggi, Nescafé, Nesquik, Friskies, y accionista de L’Oréal) induce con campañas de leche “maternizada” y suministros de muestras gratuitas, a que las mujeres no amamanten sus bebés, sin “demanda”, el cuerpo deja de producir leche materna y después de un cierto tiempo las madres se ven obligadas a comprar el alimento infantil, este es mezclado con agua no potable y así un millón y medio de niños muere cada año en los países más pobres, donde los proveedores de esta misma empresa esclavizan infantes para la cosecha de sus materias primas. Las vacas McDonald’s necesitan la destrucción de enormes superficies de tierra Sudamericana para su pastoreo y alrededor de la mitad de la cosecha mundial de cereales para su engorde; es el pecado de la carne: “las vacas de los ricos se comen el pan de los pobres”. Por no hablar de las cajitas felices para niños, que incluyen juguetes fabricados a la vez por niños infelices chinos. Disney, la reconocida “fabrica de sueños”, también tiene su lado oscuro: 18 horas de trabajo por día, todos los días sin parar, trabajadoras de no más de 16 años que pernoctan en los pabellones de las fábricas por las que se les cobra 4 euros mensuales. En el 2000, un equipo de investigación en su informe sobre las plantas proveedoras de Gap, Tommy Hilfiger, Levi’s, DKNY, Polo, Nike, Adidas, Fila y Reebok señalaron que en Indonesia la ley autoriza a las mujeres a tomarse 2 días sin goce de sueldo durante la menstruación, ya que el acceso a los baños de las fabricas es limitado y la mayoría de las indonesianas no pueden pagarse toallas femeninas ni analgésicos. Sin embargo pocas mujeres hacen uso de este derecho, dado que en tal caso deberían atenerse a las sanciones; “durante su período, decenas de miles de mujeres visten ropa interior oscura y blusas largas para que no se noten las manchas de sangre”.

¿Acaso los niños esclavos, los que reciben salarios de hambre en los patios traseros del sudeste asiático, los soldados de las guerras civiles deben agradecer a los patrones e inversores por su “contribución al desarrollo”? ¿Acaso las humilladas operarias textiles de los “sudaderos”, los animales de la carne en rodaja y los agricultores expuestos a herbicidas deben gratificar la globalización cuyo concepto de “inversión” se parece tanto al de “explotación”? ¿Cómo es posible que unas multinacionales como Shell y Exxon Mobil Esso, en África puedan extraer todo lo que quieran sin invertir nada a cambio? A pesar de todo, muchos gobiernos, como en el caso del Perú, se lanzan a una competencia destructiva con el fin de captar estos inversionistas extranjeros.

morgana

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