Que la izquierda perdió hace tiempo el imaginario popular es una verdad a secas. La vertiente más poderosa de esa izquierda, la socialista, mezcló tanto radicalismo con moderación, coherencias con oportunismos y sacrificios militantes con hedonismos personales, que terminó por perder lo único que de verdad valió la pena en los años 70 y 80, su lugar en la mente y los corazones de la población.
La izquierda tuvo en esos tiempos una visión de país, un sueño de transformación, su militancia casi podía recitar de un solo tirón, que tipo de medidas se tomarían cuando las banderas socialistas ondeasen junto a la peruana en el Palacio de Gobierno. Se decía socialismo y la gente escuchaba justicia social, no explotación, vida digna, trabajo, participación democrática, no más abusos, en fin, un país distinto, un país vivible. Hoy se repite socialismo y no se escucha mucho, la propia militancia balbucea medidas, la inseguridad de hoy se apropió de sus certezas de ayer.
Con Fujimori contra Vargas Llosa en el 90, el pueblo llenó su imaginación de confrontación con los ricos, con Toledo contra Fujimori el pueblo hizo suya la lucha contra la dictadura, en el 2006, las ganas de la gente estaban por el cambio, la mitad del país se alineó con las dos o tres ideas que Ollanta puso en el debate, o tal vez fue al revés, Ollanta captó las dos o tres ideas que bullían en las cabezas de nuestra gente.
Hace bien el socialismo peruano de aceptar esta verdad y respaldar a Ollanta, aprender de la experiencia del 2006 impone rectificaciones. Pero igual el socialismo tiene el reto de construir su visión de futuro y colocarla en el debate. No es el nacionalismo de Ollanta el que puede resolver hoy las encrucijadas históricas del país, pero es un aliado imprescindible, está del lado de los que apuestan a enfrentar a los enemigos del pueblo y eso es suficiente. Pero el socialismo necesita construirse un espacio, luchando codo a codo al lado del nacionalismo, siendo el nacionalismo más radical, atentos para cuando la lucha nacional contra el imperialismo se convierta en una lucha socialista contra el sistema y las mentes y corazones del pueblo vuelvan a llenarse de fe revolucionaria, de esperanza en el socialismo. Atentos a entender que una nueva izquierda está naciendo en el país y en toda Latinoamérica.
Por eso se necesita una lectura fresca del país, lo más marxista posible, en el sentido herético, irreverente, iconoclasta, llena de realidad, para construir la visión de país que los socialistas ofrecen al pueblo hoy. El país muestra signos de hartazgo a raudales, la posibilidad del desborde se anuncia en cada acción de masas que el pueblo impulsa, aún hay dispersión, aún no hay un mando unificado, aún falta la plataforma unitaria, pero en lo fundamental, falta que el socialismo vuelva al lugar del que nunca debió salir: la mente y los corazones de las mayorías pobres y explotadas del país.
Augusto Malpartida – Comité Malpica
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