martes, 6 de mayo de 2008

Fachadas que Protestan



Ahora que la política de mercantilización abarca todos los sectores y lo que antes era un espacio popular, hoy se ha convertido en privado, la calle, el único medio masivo de comunicación que poseía el artista y con el cual construía protesta y disidencia; se le ha sido arrancada. Leyes anti-graffiti, son aceptadas por los gobiernos que protegen los espacios públicos de lo que a ellos resulta “contaminación visual”. Apropiándose del espacio público con anuncios comerciales y proyecciones espectaculares, los mercados de la moda elevan cada vez más la ideología consumista. Como reacción al avance de esta epidemia de marcas publicitarias, el artista callejero opta por su libertad de expresión usando las mismas armas de la publicidad corporativa; colocando el logo como atentando contra el imperio del logo, logrando así abarcar también el consumo visual y fomentar la crítica en el público que observa. “El arte callejero es tanto una expresión de nuestra cultura como una contracultura”, escribe Tristan Manco en su libro Stencil Graffiti, “la ‘comunicación’ se convirtió en un mantra moderno: las calles de la ciudad gritan a través de carteleras, posters y avisos corporativos, todos disputándose nuestra atención. Casi que invitan a una respuesta subversiva.”.

Realizar una plantilla o stencil es muy sencillo y económico. Después de haber elegido una imagen, la mejor forma de crearlo es recortar con una cuchilla las zonas por donde se va a aplicar la pintura, sobre un material lo suficientemente resistente como para no dañarse con esta, ya sea en cartón, cartulina, mica, radiografía, etc. Dependiendo de la superficie en donde vamos a dejar nuestro arte impreso, se escoge el tipo de pintura a usar, aplicándola ya sea con rodillo, pincel, esponja o aerosol. Queda a la imaginación de cada uno reproducir fácilmente infinitas veces las expresiones, chistes, homenajes, burlas, voluntades políticas o insultos. Estas imágenes, la mayoría de las cuales son reconocibles, son cargadas con gran poder: icónico, simbólico, cómico, oculto, irónico y estético.

El stencil no es una técnica nueva; hace 40.000 años, en América, se tiene vestigios de que se utilizó la primera plantilla en las pinturas rupestres, con forma de manos de seres humanos prehistóricos que esparcían el pigmento escupiéndolo de la boca. ¿Cómo puede ser que una técnica paleolítica resurja en la moderna, era del photoshop y del correl draw, como mecanismo de expropiación del espacio público? Aunque el uso de plantillas lleva tantos años de existencia, solo en el siglo XX empezó a tener uso político. En la década de los ’30, en manos de fascistas italianos, por ser una económica herramienta de propaganda; en 1933, David Alfaro Sequeiros escribía: “Una herramienta estética política de fácil uso, y que por sus características prácticas reduce el tiempo de riesgo ante el acoso policial”. Frases como “kilroy was here” empezaron a aparecer en cada lugar ocupado por soldados norteamericanos en la Segunda Guerra Mundial. En el ’68, las revueltas juveniles estallan en varias partes del mundo, las paredes eran clave de subversión, contagiando lemas como: “muro que se empapa infinitamente en su propia gloria” en el mayo francés; ‘vacune a su ganadero’ en México del mismo año. A partir del 2000 se da una explosión artística del esténcil por todo el mundo. Actuando por medio de la expresión estética, la plantilla adopta una función política y social, permitiendo afirmar un papel poderoso en el discurso público; transformándose también en una forma de protesta social, como ocurrió en Argentina después de la crisis económica del 2001. El esténcil abre de esta manera un espacio para poder discutir lo que está ocurriendo y cambiando en la ciudad o en todo el globo, abre un foro entre artistas y público en el que uno puede expresar las opiniones, reacciones al estado político y social de la ciudad, disentimientos, crisis económicas, etc.

Echando raíces y trepando por paredes de remotas ciudades latinoamericanas y del mundo, las distintas propuestas de gráfica callejera son percibidas en su conjunto como parte de un mismo fenómeno o escena; el stencil, al igual que el graffiti hiphopero, apela al bombing (bombardeo): trazar coordenadas, establecer un objetivo geográfico cuantitativo y diseñar un plan de evasión, pero siendo este casi siempre anónimo, se diferencia del tag (firma con marcador grueso) que suele basarse en la identidad del autor o en su proyecto personal artístico. Sin el cargo de fama, lo que queda es el mensaje y el diálogo interactivo.

La propuesta de estos decoradores de exteriores, es hacer del stencil una herramienta de activismo artístico que devuelva la capacidad creativa y constructiva de nuestro entorno, recuperando las calles y haciendo público el espacio privatizado. O como bien dijo Heineken: “Iniciemos pues, una campaña enorme de stencil, que boicotee a todos los anuncios comerciales. Inundemos pues, con nuestras ideas, la ciudad. Hagamos que los muros vivan. Y que retumbe una ola de subversión en imágenes. Alteremos su orden y creemos el nuestro. ¡A llenar los muros, colegas! ¡A crear conciencia y reflexión con nuestras imágenes! ¡Reinventemos el paisaje urbano! ¡Y que sea verdaderamente nuestro!”.

sara morgana

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